La carismática cantante Ivette Cepeda, en cada concierto, desata los ánimos, convoca el amor, pasea por diversos caminos de la canción y nos lleva de la mano, como ella sola sabe hacer, por esas estancias de la pasión que ella conoce a la perfección. Para regalar unos instantes inolvidables con la música, su voz y esa interpretación ilimitada que es sentimiento.
Desde los mismos comienzos la Artista trajo, desde el alma, la canción. Por eso, a la altura de 27 años entregados a la música, puede recoger muchos frutos. Esos aplausos y ovaciones, cual sinfonía de agradecimiento del pueblo, acompaña su quehacer escénico. Son estelas dejadas en el camino, notas de intensa pasión. Inscritas ya como sinónimo de su nombre: Ivette Cepeda, Señora Emoción. Porque cuando cada melodía transita por el tamiz de su personalidad, la pieza adquiere un tono singular. Hay una fuerza telúrica en la voz, en los adentros que aflora, sin magia. Ella canta con el corazón.
Ivette Cepeda ha venido a llenar un vacío profundo en ese tipo de cantante que en Cuba, en el tiempo, ha entregado muchos nombres, poniendo en su justo lugar esa condición de intérprete. Ella carga en sí con un repertorio vasto, de muy variada estirpe artística, y transita con la misma pasión por boleros, trova tradicional, nueva trova, filin…, sin desdeñar autores de Nuestra América y de otras latitudes que se avienen a su decir. Porque es condición precisa que llenen su sentir, que se avengan con su personalidad, que exista un diálogo de tú a tú con ella misma. Si no, Ivette no podría ser lo que es: una artista en el amplio sentido del término, genuina y original.
Su carrera es construida desde el primer peldaño y avanza a pasos agigantados. Ya es conocida, y muy bien, en Cuba, y deja huellas en distintos puntos de América Latina, Estados Unidos y Europa. Pero sigue siendo la misma. En los recitales de los teatros y otros espacios Ivette Cepeda, junto al grupo Reflexión, llena hasta el último rincón, desata ovaciones y aplausos, anima el tiempo, desanda también por la memoria y uno disfruta el arte, del bueno, que nos regala.
Mirando atrás, en un lugar muy especial de su memoria guarda: hotel Neptuno, año 1993. Allí comenzó una historia que no cesa de tejerle recuerdos y alegrías, ese sería el primer impulso de los miles de latidos compartidos por la escena. Después alzó su voz –como ella misma refiere- por el Copacabana, el Cohiba y La Divina Pastora. Cantaba en portugués, inglés e italiano y así llegó, en 1997 al Chrystal Palace Casino – de Nassau, Bahamas-, donde estuvo dos largos años. Más tarde cantaría con la compañía Habana mía (2002 al 2006), que la llevaría por España, Alemania, Ucrania, Honduras. El año 2007 la grabó en el crucero Blue Moon por el Báltico y el Mediterráneo, invitada por el grupo Traje Nuevo. Un año después aparece en el Gato Tuerto, y en el onceno mes de ese año 2008, con su concierto Estaciones inicia su carrera de solista.
Las dos inolvidables jornadas vividas en noviembre del 2018 en el gigantesco coliseo habanero de Miramar Karl Marx –abarrotado hasta el último rincón sus dos días- hablaban de esos 10 años de Conciertos. Aquellas experiencias, todas, fueron la base que le permitiría volver a alzar la voz ya con un sentido estético propio.