Juan Padrón Blanco (Jovellanos, Matanzas, 29 de enero de 1947 – La Habana, 24 de marzo de 2020), caricaturista, realizador de dibujos animados, ilustrador, historietista y guionista cubano. Entre sus obras más significativas se cuentan: Elpidio Valdés, Vampiros en La Habana, Filminutos y Quinoscopios, estos últimos realizados con el célebre historietista argentino y humorista gráfico Joaquín Lavado (Quino).
El creador (Premio Nacional de Humorismo de Cuba en 2004, y Premio Nacional de Cine de Cuba en 2008), una persona sencilla, alegre, de exiguo decir – el humor iba por dentro – era un ser extraordinariamente gentil, de una inteligencia natural que transparentaba en sus ojos claros y en sus obras, con mucha picardía. Ganador de múltiples galardones, entre ellos ocho Premios Coral del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, el Premio anual de periodismo Juan Gualberto Gómez en 1989, la orden Juan Marinello en 1999, la orden Félix Varela en 2001…
Juan Padrón anduvo por los caminos del humor durante más de cinco décadas, dejando huellas de cubanía muy profundas. Parte de esa impronta está en su extensa obra, en historietas y filmes que transpiran el humor nuestro, y regalan sonrisas y carcajadas para alegrarnos el tiempo. Ahí respiran sus historias criollas, con sus personajes más célebres, en un primerísimo lugar Elpidio Valdés, ese inquieto mambí que es también el alma de Juan Padrón, su sentir, pues ambos han llegado a confundirse en uno solo. Hay tanto de Padrón en Valdés y tanto de Elpidio en Juan; amigos, hermanos de aventuras sobre el papel, el celuloide y en la vida real. Uno no podía verlo sin pensar en el otro. Por ello, cuando lo entrevisté para Granma, en el año 2000, -la única vez, pero suficiente para quedar grabada para siempre en mi memoria-, a propósito de los 30 años de su personaje insignia este fue el título… “JUAN ELPIDIO PADRÓN VALDÉS”.
Un día, hace 50 años, Juan Padrón comenzó a cambiar de nombre sin darse cuenta. Todo sucedió como cuando un niño pasa de la realidad al mundo de los sueños leyendo, en las noches, un libro de aventuras… Sobre el papel y armado en los trazos ágiles del humorista gráfico, despertó un personaje simpático, arrestado, pequeño y de enorme bigote, como calcado de su autor —fue el modelo, lo ha confesado—, que respondía al nombre de… Elpidio Valdés. Desde entonces, sobre el inseparable Palmiche ha cabalgado por entre varias generaciones como un símbolo de CUBANIA.
Con la seriedad típica de los hombres que alientan la sonrisa de los demás, confesó que Elpidio se parecía a él de joven. “Yo siempre hago el chiste: antes me parecía a Elpidio y ahora al general Resóplez. Gordo y con el bigotazo (pero siempre cubano)”.