Pedro Pablo Oliva pertenece a esa especie de hombres que corren el riesgo de extinguirse, y que por tal razón merecen ser vedados. Sus obras deparan al receptor el disfrute de un producto sólido, maduro y de recia personalidad.
Para percibir cada una de las visiones «fabricadas por él», el espectador requiere de una sensibilidad preparada para captar otras acepciones de lo bello, y hasta niveles indirectos de los mensajes y búsquedas que pueden llegar a coincidir con un espíritu postmodernista.
Fiel a una figuración con matices expresionistas, al pulso de lo popular trascendido y a la fabulación de las vivencias sociales y familiares, los cuadros del artista, sorprenden por la madurez de su oficio, con el que logra conformar una iconografía muy personal.
En realidad, Pedro Pablo Oliva, nacido en Pinar del Río (1949), donde ha realizado toda su obra y donde vive aún, disfruta demasiado de los caprichos del dibujo. Hace ya tiempo participa de una nueva aventura, dejando atrás aquellos capítulos pictóricos de imágenes de una novela, de fábulas y alucinaciones encontradas en los campos cubanos, muy cercanos al quehacer de creadores de la talla de Abela, Acosta León, Carlos Enríquez y Servando Cabrera.
Hoy, sus piezas son testimonios de una realidad, que con mano diestra plasma en cada pintura o dibujo «pictórico». Sobre telas y cartulinas vibran las gentes, los paisajes, los problemas que cotidianamente nos acechan, y que le llevan a acercarse a parodias y caricaturizaciones. En ellos hay variedad y riquezas de conceptos espaciales, que revelan nuevamente ese lirismo, sensualidad, y una agresividad siempre controlada y plena de sugerencias.
Espacios bidimensionales e infinitos que no difunden una respuesta, sino miles de inquietudes, son terrenos fértiles donde el creador (Primer premio de Pintura del VIII Salón Nacional Juvenil de Artes Plásticas de La Habana (1980), y Premio de Adquisición del Salón Nacional Girón, Museo Nacional de Bellas Artes (1981), Salón Nacional de la UNEAC, 1990…. entre otros), despliega una vasta lectura conceptual entre lecturas y sueños.
Hay en Pedro Pablo Oliva –graduado de la Escuela Provincial de Artes Plásticas Aplicadas en Pinar del Rio, 1964, y de la Escuela Nacional de Arte, (ENA) 1970-, algo del espíritu de los grandes, en sus composiciones, ambientes, gamas cromáticas, técnica depurada, y acabado de la superficie pictórica, y por encima de todo: su preocupación por los problemas de estos tiempos que son los nuestros, a los que el artista se enfrenta con la pintura. Cada obra de Pedro Pablo Oliva es un universo de referencias múltiples, aún por descubrir.