Una instalación emblemática de Cuba, el Teatro Martí, que se abrió bajo el nombre de Irijoa, alcanzó una gran aceptación popular por su programación de obras del teatro bufo cubano y su céntrica ubicación, a pocos metros del Capitolio Nacional de La Habana, a lo cual también se añadían sus soluciones de diseño/tecnología de finales del XIX.
Inaugurado el 8 de junio de 1884, su arquitectura exterior la conforman un bloque rectangular coronado por una cornisa corrida a su alrededor y un pretil originalmente rematado por copas. La horizontalidad del edificio es equilibrada por el tratamiento vertical de las múltiples ventanas.
El interior del inmueble, con columnas de hierro fundido, pisos de mármol, alfombras, cortinas, espejos y lunetas de hierro…, ofrecía una mayor riqueza a la edificación patrimonial. La ventilación y la acústica eran excelentes, y a ello se sumaban adelantos tecnológicos. En esa época de finales del XIX, se ofrecían allí bailes públicos y diversos espectáculos: desde compañías de bufos criollos y del circo de don Santiago Pubillones hasta zarzuelas, operetas, vodeviles y el estreno en Cuba de la ópera La Boheme, de Giacomo Puccini, entre muchas otras obras de diferentes estilos. En 1899, Enrique Pastoriza compró la institución a los herederos de Irijoa y durante meses se denominó Edén Garden.
Con el nuevo siglo XX, 1900 lo rebautizaron con un apellido que lo enaltecería: Martí, y al siguiente año quedó inscrito en la historia nacional al servir de sede a la Asamblea Constituyente, encargada de redactar la primera Carta Magna para la república cubana a estrenarse el 20 de mayo de 1902, y los candentes debates que originó la decisión del gobierno estadounidense de imponer, como un apéndice a tal Constitución, la Enmienda Platt.
Después de prestar su espacio como cine en la época del séptimo arte silente, y al “atractivo” tango en su esplendor, en 1931 comenzó la temporada de teatro vernáculo de la Compañía de Manuel Suárez y Agustín Rodríguez, con Gonzalo Roig y Rodrigo Prats, como directores de la orquesta y maestros concertadores, consolidando el arte lírico nuestro con obras como Rosa la China, de Ernesto Lecuona; Amalia Batista, de Rodrigo Prats; y Cecilia Valdés, de Gonzalo Roig. Allí quedaron inscritos los nombres de de muchos grandes de nuestra Cultura en ese tiempo, entre otros muchos, nuestra Rita Montaner. Luego vendrían para dar nuevos aires al Martí, las presentaciones de la compañía española cabalgata y temporadas de teatro cubano auspiciadas por las compañías Carlos Pous/José Sanabria y de Alberto Garrido (hijo)/Garrido Piñeiro, entre otras, como el teatro Cubano Libre, en los 40, fundado por el escritor Carlos Robreño y el empresario Julio Vega, donde brilló la cantante y actriz, María de los Ángeles Santana.
A comienzos de 1959 ocupó la escena el sainete El General huyó, con dirección musical del maestro Rodrigo Prats, e iniciaría una nueva etapa, con inolvidables obras, autores y artistas, una nueva generación que aplaudió, entre muchos otros a Candita Quintana y Alicia Rico. Después de un muy largo período de restauración (cuatro décadas), el 24 de febrero del 2014 se realizó la reapertura del Teatro Martí o Teatro de las cien puertas, como también se le conoce, con un espectáculo titulado Volver al Martí, que incluyó un repertorio de altos quilates: fragmentos de las zarzuelas Cecilia Valdés, María la O, Amalia Batista, se escuchó la Damisela encantadora, de Ernesto Lecuona, y se disfrutó de una estampa costumbrista interpretada por Mario Limonta y Aurora Basnuevo, entre otros. En el 2015 le fue otorgado el Premio Nacional de Restauración
Desde entonces, han pasado en diferentes temporadas las más significativas compañías cubanas, artistas de renombre, cubanos e internacionales, y ha vuelto a florecer la Cultura enraizada en sus ladrillos históricos repletos de cubanía.