Fantasía, autenticidad, imaginación corren por la obra de Zaida del Río, de la que emerge un juego de gran fertilidad, donde las ocurrencias, el canto natural, los trazos virtuosos y la sensual vibración ocupan los primeros planos artísticos.
Por el catálogo de recursos utilizados en sus trabajos, se aprecia la permanencia de la línea -infalible recurso expresivo de la creadora-, más cierta constancia de la aguada, la tinta… una técnica mixta que seduce desde la primera mirada. En ella entresaca «lo más desolado, lo más profundo de la esencia divina, y contagia desde su interior con un inventario de signos que difícilmente podremos descifrar…’, al decir de Miguel Barnet.
El tiempo ha pasado. Sin embargo, Zaida del Río —(Guadalupe, Las Villas, 1954), dibujante, pintora, ceramista y grabadora, graduada de la Escuela Nacional de Arte —ENA— (1974), del Instituto Superior de Arte —ISA— (1987) y de l’Ecole des Beaux Arts en París (1989)—, sigue impertérrita en su lugar, rodeada de arte, sacudiéndose la piel y “escarbando” adentro para sacar los recuerdos, memorias, y sueños, engendrando sus creaciones a ritmo y fuego lentos, ensurcando el terreno para prontas cosechas artísticas que golpearán nuestros sentidos con ese gesto preciso, la frágil elegancia y mucha decisión.
Zaida es cubana. La Isla parece rebelarse en sus entrañas creativas, el monte despierta en su pincel-creyón con los resplandores de la mañana, y la noche no duerme en sus imágenes, revolotea con la naturaleza que hierve en sus venas de mujer. Adjetivos y sinónimos —de belleza— acumula entre capas y capas de líneas, manchas, gestos y algunos colores que se posan porque sí. Zaida es también poeta. Palabras e imágenes se entrecruzaron una vez. Juntas se les ve caminar desde hace ya tiempo. En su universo onírico parece haber entrado de repente el juego de la naturaleza tropical cubana y la luz espectral de las tradiciones culturales nuestras, reducidas a una manera de hablar por imágenes de arte, en la que logra un conjunto donde nada choca, y donde los acentos cromáticos establecen afortunado diálogo con la línea.
Por medio de formas erigidas por urdimbre, trama, desapariciones y apariciones de la línea, Zaida del Río expresa sus inquietudes artísticas a través de fragmentos en los que «habla» de historias del hombre, recrea elementos mágicos y se mira un poco por dentro. “Casi siempre me pinto —suele decir la espontánea y mágica creadora. Todo lo que hago es muy personal, me inspiro en mis vivencias, mi obra es un retrato fiel de los caminos que he tomado en cada momento. Para comprender mejor el mundo me basta con el espejo de mi casa.
Todavía no me he cansado de mí misma”.
