Danza Contemporánea de Cuba, es una agrupación fundada en septiembre de 1959 por el maestro Ramiro Guerra, quien convocó a los bailarines, desde el recién creado Departamento de Danza Moderna del Teatro Nacional de Cuba, para formar una compañía. Era un intento por establecer definitivamente la estética de la danza nueva asimilada por él en Estados Unidos con Martha Graham y otros íconos de la época.
Desde entonces, la agrupación que está dirigida por el Premio Nacional de Danza Miguel Iglesias desde hace tres décadas, ha realizado más de noventa giras por países de América, Europa, Asia y África, y participado en los más importantes festivales y eventos de danza en el ámbito mundial. DCC ha sido valorada por la crítica especializada como una de las mejores de su tipo en Iberoamérica. A lo largo de sus 61 años ha recibido los aplausos del público y los elogios de la prensa internacional por sus magistrales presentaciones en los principales escenarios del orbe.
El repertorio activo de la compañía incluye las más disímiles obras que muestran la universalidad que la identifica, su estilo único e irrepetible, caracterizado por amplias posibilidades coreográficas y técnico-interpretativas, así como la integración armónica y funcional de las demás artes al lenguaje de la danza contemporánea, fundida con los ancestros africanos. Estos no sólo reafirman el “ajiaco” multi-étnico (cultural y espiritual) que, según don Fernando Ortiz, alimenta la personalidad básica del cubano, sino también fusionan estilos y formas sui generis de hacer en el contexto de esa manifestación danzaria.
En el seno de esa compañía, se formaron en estas seis décadas las figuras más relevantes del panorama danzario caribeño, y se gestaron proyectos cada vez más novedosos desde los puntos de vista coreográfico, técnico e interpretativo.
DCC, con sus presupuestos estético-artísticos originales, continúa abierta a las últimas tendencias de la danza en el mundo, en una búsqueda ilimitada, porque experimenta con disímiles estilos, lo cual le ha facilitado el acercamiento a creadores y escuelas de otras naciones, sin descuidar —en lo más mínimo— su esencia técnica, matizada por la más raigal cubanía
Hoy DCC exhibe una calidad estable, y esa clave esencial que los caracteriza: un eclecticismo –porque experimenta con muchos estilos-, y donde las técnicas modernas han sido hábilmente mezcladas con las tradiciones criollas, sin que puedan notarse fisuras. De ahí que pueda decirse que ha brotado el germen de una escuela contemporánea, en la que desempeñan papeles básicos la cultura balletística, disímiles técnicas asimiladas al calor antillano, y el folclor. Y aquí es menester significar que los coreógrafos de DCC se acercan a las raíces, pero a partir de una danza plena de exigencias y, sobre todo, marcando un virtuosismo repleto de sentido.
Se suma el magnetismo propio de la tropa que dirige el maestro Miguel Iglesias, cuya clave no es más que la soberbia técnica y su energía, lograda mediante la sabia combinación de gracia/fuerza heredada desde sus inicios. Amén de la preparación física de sus integrantes, signo característico también del quehacer escénico.