En su ejercicio pictórico, ella trata de descubrir el secreto de la naturaleza. Flora -haciendo gala a su nombre- crece, se multiplica en flores, árboles o bosques, y se mueve al compás del viento… Porque el aire devenido huracán, ciclón, tifón o simplemente brisa puede verse caminar por entre las líneas, manchas y colores gestuales. O mece, con extraordinaria maestría el agua del mar, los ríos o lagos que riegan sus fértiles superficies… Son esos paisajes en los que suma la esencia con caligrafía oriental (ahí se añade Fong), pero rozados con sentimientos caribeños que llegan en tonos brillantes donde la luz enfoca la creatividad de sus sueños casi reales.
Copiar la naturaleza, para Flora Fong (Camagüey, 1949) resulta algo sin sentido. De ahí que busque la expresión inmaterial por medios simples, utilizando sólo lo indispensable, que a veces pudiera dar la apariencia de un boceto. Algo muy semejante a lo realizado por los pintores del Oriente que le llega también por sus ancestros. Pero ella es caribeña, vive, crea y se inspira aquí. Los tonos tropicales, esa manera de sentir las imágenes y manejar el lenguaje de las materias adquieren connotación especial en sus obras.
Dentro de la pintura cubana, las creaciones de la artista ocupan un espacio simbólico. En ella aparecen de manera armoniosa, como una fiesta de colores y trazos ágiles, tres elementos de la vida, la naturaleza y la cultura del país: el paisaje con sus violencias atmosféricas, la vida doméstica de las gentes con su poesía apacible e intrascendente, y el componente étnico chino, integrado indudablemente al tejido de la nación.
La creadora que ha incursionado con maestría en la pintura, el dibujo, la cerámica, vitral, diseño de tejidos, escultura y la confección de los papalotes con la técnica oriental, es una de las artistas más reconocidas del ámbito plástico cubano. Por su riqueza artística, las obras de Flora aceptan diversos criterios valorativos, y pueden verse como resultados del disfrute del oficio que transforma en emociones sus trazos y colores, verdaderos registros donde revela el descendiente chino y el peso de lo sensorial actuantes en su pintura. Todas esas dimensiones creativas, conforman un lenguaje que comenzó con gamas oscuras y se fue abriendo paso, cada vez más, hacia claridades sorprendentes y una fuerza solar, en la que los colores explotan en la morfología del cielo huracanado, del fruto y la flor. Vista desde una perspectiva metafórica, Flora Fong -graduada de la Escuela Provincial de Artes Plásticas de Camagüey, y, más tarde, de la Escuela Nacional de Arte (ENA), en 1970- se convierte en su propia modalidad creativa: el rasgo caligráfico asiático que revela el peso de sus ancestros, la tesitura de cada línea, donde aparece esa mezcla de personalidad entre frágil y dominante que la caracteriza, y su evidente elección de los valores sensoriales y habituales del escenario circundante de nuestra existencia, que le permiten mostrarnos una visión diferente de los motivos que han sido asumidos por muchas firmas de la plástica nacional del siglo XX y comienzos del XXI.