Muchos son los calificativos que pueden darse a la obra del artista Kadir López (Las Tunas, 1972). Su maestría y creatividad siguen un proceso ascensional en la nómica de la excelencia de la plástica cubana de los últimos años. La razón es obvia. Su quehacer se abre a la celebración verbal a la vez que consolida el elocuente silencio admirativo que es propio de toda obra grande.
En los cuadros del artista –graduado del Instituto Superior de Arte (ISA) en 1995; de la Escuela de Arte de Camagüey en 1990 y de la Escuela Secundaria de Arte El Cucalambé (Las Tunas) en 1986- encontramos la composición definitiva que tantas veces inaugura posibilidades insólitas. Su dibujo, exquisito, decantado en la seguridad de las finísimas líneas, se desdobla con carácter caleidoscópico en la precisión final de ciertas formas y rasgos. En sus telas y cartulinas despliega imaginación y reúne símbolos de la historia del arte, de la historia social y cultural de nuestro país y de su historia personal con maestría y profesionalismo. Experimenta con formas, mezclas y colores… Desde los inicios, su obra atrajo la atención de críticos, coleccionistas y galeristas, para hacerse imprescindible dentro del panorama de la plástica cubana contemporánea, en el que es considerado, además, como uno de sus más reconocidos marinistas. Es uno de los más sobresalientes ensayistas del arte cubano de vanguardia.
Las piezas que este pintor, dibujante y escultor llevó a la Feria de Los Ángeles (Estados Unidos) en el 2010, que daban continuidad a una serie de iconografías exhibidas con gran éxito en la galería La Acacia bajo el título de Signos, durante la Bienal de La Habana del 2009, tuvieron un despegue internacional sin precedentes. En estos trabajos, el artista recrea su proyecto sobre la base del individuo y su memoria, como forma de defender la identidad personal y social. Se sumaba, además, la originalidad de las piezas, realizadas sobre soportes de anuncios publicitarios originales de los años 50, del siglo pasado, los cuales se fabricaban mediante el grabado serigráfico, pero en vez de los pigmentos tradicionales se utilizaban las técnicas del cocido de la porcelana, por lo que los colores se iban horneando de forma independiente tras su aplicación sobre el acero, en diferentes capas. Sobre ese soporte de metal, Kadir pinta, dibuja y realiza sus propias impresiones con pigmentos de cerámicas, resinas, esmaltes y otros materiales que por su naturaleza permiten la transparencia de las imágenes fotográficas de La Habana de esa época. Surgen así estos extraordinarios Signos que impactan al observador. Estos trabajos no hacen guiños a la añoranza, ni a la nostalgia o a los valores propios del pasado reciente; sino que parten de -e incentivan- la investigación seria y audaz sobre una época imprescindible de escudriñar aún mucho más, para poder conocer mejor sus derivaciones y determinaciones en la vida presente, en lúcido recordatorio pictórico a los mecanismos del olvido y de alguna manera contribuir, desde el arte, a la reconstrucción de una memoria desconocida por las nuevas generaciones.
Estas obras buscan su espacio y lo encuentran en la razón y el pensamiento del observador -independientemente de su edad-; como si cada uno de estos carteles-cuadros, o cuadros-carteles, surgieran de la confluencia de encuentros y evocaciones, de la fusión entre materia y conciencia, del antes y del ahora, de lo lúdico y lo sagaz. Entonces, el proyecto establece un nexo o diálogo con el público, al cual Kadir intenta pertrechar de imágenes y objetos que pertenecen a los recuerdos, a su pasado o al pasado de sus antecesores. “La ciudad entra dentro del cartel que una vez estuvo en ella. Cada obra completa un ciclo: pasado, futuro, presente; y también olvido, recuerdo, memoria… es como el infinito”, ha dicho el creador. Sus obras se encuentran en importantes instituciones como: Colección Art Nexus, Bogotá, Colombia; Instituto de Arte de Sotheby, Londres; Nueva York, Colección Richard Guggenheim; Museo de Arte de la Universidad Estatal de Arizona, Phoenix; Museo de Arte Latinoamericano de Arizona; Long Beach, Museo de Arte Cubano de California; Viena, Austria; Museo Rubin de Nueva York, entre muchas otras.
En La Habana pueden apreciarse estas originales piezas en el estudio/taller Habana Light (Bulevard de San Rafael, La Habana Vieja), y en su estudio Light House, de Avenida 47 número 3430, entre 34 y 31, reparto Kholy.